sábado, octubre 28, 2006

Vinos de Galicia, cada otoño una fiesta




Revista ibérica
Rutas y destinos


El vino llegó a Galicia con los romanos, mas fueron monasterios como Armenteria, Oia, Melón, San Clodio, Oseira, Celanova o San Esteban los responsables de su expansión. En ellos, los abades de origen francés enseñaban técnicas, adecuaban variedades e imponían el cultivo de la vid, hasta el punto de que el derecho foral recoge pagos en unidades de vino.

Durante el medievo, el vino garantizó una absoluta sanidad en una época donde los alimentos transmitían pestes y enfermedades, pero también suponía una importante actividad económica. El propio Miguel de Cervantes se hizo eco de la importancia del vino de Ribeiro, el cual se vendía en media Europa, en el siglo XVII, y era embarcado para América. A mediados del XIX, Galicia contaba cincuenta mil hectáreas de viñedo, más que, hoy, cuando no existen más de treinta mil hectáreas. Y en 1890, se constató la exportación de ochocientos millones de litros.

Pero, entonces llegó el mildíu; luego, el oídio y, finalmente, la filoxera, plagas procedentes de América que causaron grandes daños. La última, de hecho, causó estragos irreparables y transformó el paisaje de muchas comarcas. La solución también llegó de América, con la importación de pies resistentes que sirvieron de portainjertos a las variedades autóctonas. Todo ello, impulsó unos vinos que, hoy, cuentan con cinco Denominaciones de Origen: Monterrei, Rías Baixas, Ribeira Sacra, Ribeiro y Valdeorras.

Los primeros se producen en el valle del mismo nombre, en la zona suroriental de la provincia de Orense, y gozan de la diferenciación que les proporcionan la orografía, el clima seco y continental y la concentración. Son cerca de tres mil hectáreas donde se cultivan las uvas blancas de verdello, doña branca, monstruosa y verdello louro que ofrecen vinos ligeros, aromáticos y dorados; y las tintas bastardo, tinta fina, mencía y araúxa para caldos agradables, ligeros, equilibrados y de graduación media.

De mayor fama gozan los vinos albariños, caíños y loureiros producidos en las Rías Baixas. Las raíces se anclan en los cenobios y en las comarcas de Salnés, Condado, Rosal y Soutomaior, asentadas sobre suelos graníticos, francoarenosos, algo ácidos, poco profundos y con bajo contenido en materia orgánica. La historia de estos caldos se mantiene, en su mayor parte, recogida en tierras gallegas, pues sólo la Fiesta del Albariño lo sacaba del sopor de las bodegas lugareñas. Pero, en 1988, la aprobación del reglamento del Consejo Regulador de la Denominación de Origen fue el punto de inflexión para su expansión. Hoy, se cuentan 127 bodegas, cerca de doscientas marcas, 1.800 hectáreas, cuatro mil viticultores, siete millones de botellas y trescientos mil litros exportados en 1996.

Los vinos blancos destacan por su calidad y por su prestigio internacional. De color amarillo, limpios, brillantes, con aromas de frutas y flores, persistentes y largos en el postgusto, los albariños son perfectos para el marisco, las almendras saladas, los canapés o el queso. No obstante, siguen escaseando los tintos, apenas esbozados en espléndidas variedades de jóvenes espadeiros, mencías y sousones.

Cada otoño, una fiesta

De muy antigua tradición son los vinos de la Ribeira Sacra, aunque la Denominación de Origen surgió en 1996. En esta zona, pueblos como Pantón, San Esteban o Bóveda muestran inmejorables ejemplos de la vinculación de la viña a la cultura monástica, enmarcada en un espléndido y omnipresente románico. Mientras, el viñedo crece en laderas aterrazadas donde el hombre se ha esforzado en obtener frutos de un medio hostil entre los ríos Miño, Sil, Bibei y Cabe.

La comarca se divide en cinco subzonas: Chantada, Quiroga-Bibei, Ribeiras do Miño, Amandi y Ribeira do Sil. Son 1.400 hectáreas de viñedo sobre suelos pedregosos, ligeros, orientados al sur y con un clima atlántico de transición influenciado por los ríos en los que la uva tinta mencía alcanza su esplendor. No en vano, los de Ribeira Sacra están al frente de los tintos gallegos. También se cultivan las variedades merenzao, brancellao, mouretón y garnacha y las blancas palomino, godello, loureira, treixadura, doña branca, albariño y torrentés. En total, se producen 45.000 hectolitros de tintos y cinco mil de blancos.

No obstante, las fiestas rurales gallegas siempre se han regado con los vinos de Ribeiro, pues éstos se bebían a granel y se enviaban a otros mercados transportados en bocoyes, pipas y medios para su consumo en jarras de porcelana blanca que se llenaban a través de las billas de madera. Castrelo de Miño, Ribadavia, Arnoia, Carballeda de Avia, Leiro, Cenlle, Beade, Punxín, Cortegada, O Carballiño, Boborás, Tén y San Amaro cultivan estos caldos cuyas plantaciones, bañadas por Miño, Avia y Arnoia, se orientan al mediodía y recogen la mayor insolación en un clima húmedo y templado. Las uvas treixadura, godello, torrontés, macabeo, albariño y loureiro dan origen a los blancos; mientras que caíño, garnacha, tempranillo, sousón, cerrón, mencía, brancellao y alicante hacen lo propio con los tintos. Son caldos limpios, brillantes, transparentes, jóvenes, aromáticos y moderadamente ácidos. Por su parte, la Denominación de Origen de Valdeorras elabora buenos blancos y tintos. Entre ellos, el godello, vinificado en bodegas de moderna tecnología, se presenta como un espléndido vino blanco de doce grados, limpio, frutal, redondo, de color amarillo pajizo, buena estructura en boca, equilibrado y largo. En tintos, los obtenidos de la uva mencía enseñorean un color rojo cereza y sabores frutales y persistentes en boca. Ambos son vinos muy apropiados para acompañar los diversos platos de la cocina gallega y perfecto ejemplo de la honda tradición vitivinícola de esta comarca sita en la zona occidental de Orense, próxima a El Bierzo. Una zona atlántica con rasgos continentales, suelos pizarrosos y fuertes pendientes, entre los valles del Sil y del Jares.

Por último, recordar que, a pesar de contar con cinco Denominaciones de Origen, Galicia es un mosaico de vinos, pues allí donde el clima y el suelo lo permiten hay emparrados o viñedos de poda baja. Así, cada casa de labranza es una bodega; cada paisano, un viticultor; cada otoño, una fiesta.

sábado, octubre 21, 2006

El milagro del vino australiano





ELVINO.COM
Centro de Información del vino español en Internet


Australia, el gran monstruo del Nuevo Mundo, ha dado en la última década el un salto de gigante en cuanto a producción y exportación de vino se refiere. ¿Cuál es el secreto del “milagro australiano”?

Detrás de la revolución australiana se encuentra una mentalidad abierta y libre de prejuicios frente a la rigidez de la normativa europea. Lo más parecido a las denominaciones de origen de Francia, España u otros países europeos que existe en Australia es un sistema de “indicadores geográficos” (Geographic Indications, GI), un sistema bastante más flexible que el de los principales países productores europeos.

El viticultor australiano tiene total libertad y puede plantar las vides y hacer el vino que quiera, con la posibilidad de mezclar uvas de zonas distintas, con frecuencia a cientos de kilómetros de distancia. Por el contrario, en Europa, la variedades de uvas, las técnicas y los rendimientos están sometidos a estrechos controles que impiden muchas veces que los viticultores se adapten a las condiciones climáticas y reaccionen con agilidad a los nuevos gustos de los consumidores.

Esa libertad y frescura de actuación de los australianos se traduce, en cuanto a la elaboración del vino se refiere, en la búsqueda del más alto rendimiento pero sin renunciar a la calidad, en la aplicación de las últimas técnicas de riego y en la puesta en práctica de una vendimia mecánica. El sector vinícola australiano no tiene el menor rubor en emplear prácticas industriales de elaboración y crianza (virutas o duelas de roble en depósitos de acero, correcciones de acidez en cantidades importantes..), dentro de un proceso transparente donde nada se oculta.

Detrás de este éxito también se encuentra una brillante política de marketing, dinámica y agresiva que ha catapultado las exportaciones australianas hasta los 518 millones de litros alcanzados durante 2003, un 24% más respecto del año anterior. Detrás de este espectacular logro comercial hay un plan estratégico –Estrategia 2025- que si bien en el momento de su lanzamiento fue recibido más de una sonrisa burlona, hoy es objeto de admiración por parte de muchos. Hasta tal punto ha sido efectivo que Australia es hoy en día el rival más serio con el que se ha encontrado Francia en la conquista del difícil e hipercompetitivo mercado británico, conquista en la que sin duda también ha ayudado el compartir el mismo idioma.El plan persigue que la industria australiana alcance en el año 2025 los 4,5 mil millones de dólares de ventas anuales (3,7 mil millones de euros).

Tras su éxito en el mercado británico, el objetivo de la industria australiana es el mercado europeo y, sobre todo, el gigante norteamericano. Con tal fin los principales productores del continente han lanzado al mercado nuevos productos, más imaginativos y osados, capaces de seducir al americano medio. Este el caso de la línea de vinos Yellow Tail, Crocodile Rock Label – nombre inspirado en una canción de Elton John- y Little Peguin elaboradas por grandes bodegas australianas cuya filosofía es lanzar vinos desenfadados, de estética y nombre divertidos y asequibles. La pionera Yellow Tail, de la firma Casella Wines, absorbe el 35% de los vinos australianos en Estados Unidos, a razón de un millón de cajas vendidas al año en este país.

El reino de la syrah

Otra importante clave para comprender el protagonismo de los vinos australianos en el mercado mundial es la magnífica adaptación que han tenido allí las principales variedades internacionales: cabernet sauvignon , pinot noir , merlot , chardonnay y sauvignon blanc , entre otras. Pero sin duda con la que se ha bordado el trabajo es con la syrah (en Australia conocida como shiraz ), uva originaria del Ródano francés que se ha adaptado como un guante al clima cálido y mediterráneo de este país. De hecho, los mejores shiraz australianos están entre los tintos más reputados del mundo.

Los más críticos apuntan que estos vinos adolecen de cierta uniformidad y que son vinos destinados para un consumo inmediato. Mark Manson, del Club Australiano del Vino, reconoce que a menudo las grandes marcas carecen de personalidad . “Estos vinos- añade- pueden haber sido filtrados excesivamente con el fin de obtener un producto consistente, lo cual tiene como consecuencia que se le quiten los mejores sabores”.

La reputada crítica vinícola Jancis Robinson ha mostrado recientemente sus reservas hacia las marcas australianas basadas a su juicio en la elaboración industrial dictada por el marketing “en vez de por el terruño”. Robinson añade que el empujón australiano en Estados Unidos se está construyendo a base de unas notas altísimas que Robert Parker y la prestigiosa revista Wine Spectator están dando a unos vinos de culto de escasísima producción que ni siquiera se venden en Australia.

martes, octubre 03, 2006

Cavas para todo el año




Solo en Navidades, los españoles nos bebemos el 60% de la producción nacional de cava. El brindis con cava es algo casi obligado. Sin embargo, el cava se puede tomar todo el año. Es un vino terriblemente versátil, porque es el único que puede acompañar tanto un aperitivo como una carne, un pescado o un postre.

El cava es un vino espumoso que se caracteriza porque su segunda fermentación y crianza se llevan a cabo en la misma botella, lo que le permite adquirir las burbujas (gas carbónico) de forma natural, según el Método Tradicional. La selección de uvas es muy importante para obtener un cava de gran calidad. También es necesario incorporar a la cuvée una pequeña proporción de vinos criados en madera y finalmente someter al cava a una larga crianza sobre lías.

Las Uvas

Los cavas se elaboran con uvas blancas : macabeo, parellada y xare-lo. También están autorizadas la subirat o la malvasía riojana y la chardonnay. Para los cavas rosados se utiliza la garnacha, monastrell, pinot noir y trepat.

La Crianza

El proceso de envejecimiento dura un mínimo de nueve meses. Si en la etiqueta aparece la palabra "Reserva" esto quiere decir que ha permanecido en bodega entre 18 y 30 meses. El cava se convierte en un "Gran Reserva" cuando supera los 30 meses de crianza.

CLASIFICACION DE LOS CAVAS SEGUN PORCENTAJE DE AZUCAR |

Brut Nature sin adición de azúcar
Extra Brut hasta 6 gr de azúcar por litro
Brut hasta 15 gr de azúcar por litro
Extra Seco entre 12 y 20 gr por litro
Seco entre 17 y 35 gr por litro
Semiseco entre 33 y 50 gr por litro
Dulce más de 50 gr por litro

El Azúcar

Los cavas se clasifican según el porcentaje de azúcar que lleven. El brut nature no lleva adición de azúcar. El azúcar que posee es propio, no añadido a posteriori. Su proporción máxima es de 3 gramos por litro. Es perfecto para las comidas pero no para los postres.

Maridajes

La cantidad de azúcar determina la idoneidad de cada cava para acompañar un aperitivo, comida o postre.

La familia de los brut encaja muy bien con aperitivos, ahumados, embutidos, pescados a la parrilla o en salsa (ya sea tipo cremosa, de tomate o cualquiera de las salsas que se deriven de la mayonesa), mariscos... También se pueden tomar con carne porque con sus burbujas, actuará como un limpia grasas y por supuesto con ensaladas tibias y frías, pero cuidando que apenas lleven vinagre, por su incompatibilidad con el vino en general.

Otra alternativa que nos gusta mucho es tomarlo con paella de pescado o marisco en cualquiera de sus variantes. Aquí las burbujas se vuelven "digestivas".

A la hora de escoger un cava hay que considerar primero el fin que le vamos a dar. Pero el planteamiento siempre será el mismo : brut nature y extra brut siempre para las comidas, los bruts para comidas y postres y los secos siempre para postres. Los secos también pueden servirse con aperitivos.

El Corcho

Para diferenciarlo de otros espumosos el tapón del cava lleva impresa una estrella de cuatro puntas. Si la fermentación se produce fuera de la botella, en grandes envases, la figura será un círculo.

Temperatura de Servicio y Copas más apropiadas

El cava hay que servirlo frío, pero no helado : entre cinco y siete grados centígrados. No es conveniente enfriar la botella en el congelador, porque pierde aroma y sabor. Lo mejor es refrescarlo unas cuatro horas antes en la nevera. Si esto no es posible, una forma rápida de enfriarlo es sumergiéndolo en la cubitera entre 15 y 30 minutos en agua con hielo. La mejor copa es la de tipo "flauta". Esta copa es la más idónea porque con su forma limita la evasión de las burbujas y permite ver los rosarios que forman las burbujas y la corona de espuma. Si la corona de espuma es consistente y las burbujas muy pequeñas, forman una hilera y ascienden derechas hacia arriba, se encontrará, casi con toda seguridad, ante un gran cava.

La Denominación Cava

La denominada región del Cava se extiende a lo largo de 32.000 hectáreas repartidas entre 158 municipios de las provincias de Barcelona, Tarragona, Lérida, Gerona, Valencia, La Rioja, Zaragoza, Alava y Navarra. El principal centro de producción se encuentra en la comarca catalana del Penedés, donde se concentra más del 95 por ciento de la producción española. Es más, solo en Sant Sadurni d´Anoia se elabora el 75 por ciento del total. Aquí se hallan las bodegas con mayor solera y líderes del sector : Codorniu y Freixenet. Ambas concentran el 82 por ciento de las ventas de cava. La palabra "cava" solo puede ser utilizada por las bodegas que elaboran espumosos naturales y están adscritas a la DO Cava. La palabra "crémant" la incluyen en su etiqueta los espumosos naturales españoles no adscritos a la DO.